En las condiciones actuales no se percibe tanto, pero en épocas de bonanza, como la vivida en los años 80, era habitual que los locales cambiaran de aspecto de un día para otro, hasta de manera tan drásticas que resultaban irreconocibles.
Ejemplos sobran en cualquier localidad: cada vez que llegaba un nuevo administrador, lo primero que hacía era dejar su huella con una obra constructiva, reemplazando la anterior sin mayor contemplación.
Muchos recordarán cómo se clausuraba con ladrillos una puerta recién abierta por el responsable anterior, con los gastos que cada operación implicaba.
Los cambios no solo afectaban el entorno físico, sino también los procedimientos para obtener un servicio, pues el nuevo jefe, ya fuera de manera gradual o repentina, solía reemplazar todo lo anterior.
- Consulte además: Interpretar la asistencia
Si hoy se entraba por una puerta, mañana era por otra. Así, se perdía prestigio ante los trabajadores, quienes veían cómo métodos que funcionaban eran sustituidos por otros que, desde el inicio, demostraban más inconvenientes que ventajas.
Lo más preocupante era que nadie era consultado: el jefe recién llegado actuaba como si lo supiera todo, creído de su infalibilidad, aunque la experiencia colectiva demostrara lo contrario.
Sin embargo, cabe reconocer que hubo excepciones: algunos directivos conversaban individualmente con varios trabajadores antes de proceder, aunque al final tomaban decisiones sin consultar verdaderamente.
No faltó quien, aparentando ser democrático, organizaba reuniones para solicitar opiniones sobre cómo solucionar algún problema, pero si la sugerencia no le agradaba, pedía otra y otra, hasta que alguien proponía exactamente lo que él ya había decidido de antemano. Entonces, felicitaba al autor de la “idea” y presentaba el cambio como un mandato popular.
Desde hace unos 35 años, estas prácticas han disminuido, aunque aún persisten en menor medida, por lo cual no debemos olvidar aquellos “cambia-cambia” impulsivos, como derribar la pared que el jefe anterior había mandado construir.
En tiempos de limitaciones, surgen oportunidades para aprender a ser racionales en el uso de las estructuras y los procedimientos organizativos que han demostrado su eficacia a lo largo de los años.
- Consulte además: Innombrable en el anonimato
Hasta los cambios bien pensados requieren flexibilidad en su desarrollo porque la vida exige cambios, pero no se trata de cambiar por cambiar sino considerar el contexto y adaptar las transformaciones a las necesidades del momento y el lugar.
No debemos olvidar que, aunque lo antiguo sea obsoleto, funcionaba; y lo nuevo debe hacerse con demostraciones y comprobaciones de su capacidad para mejorar lo existente.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.